Confesiones de una profe de arte

Lo que aprendí después de 25 años de enseñar (y por qué cambié todo)

Después de 25 años enseñando arte, necesito confesarte algo.

Te mentí 🙏🏼

Bueno, no exactamente mentí. Pero durante años perpetué algunas “verdades” que, con el tiempo, descubrí que no funcionaban. O que funcionaban solo hasta cierto punto.

No lo hice con mala intención. Lo hice porque era lo que sabía, lo que me habían enseñado, lo que parecía lógico.

Pero la enseñanza, como el arte, es un proceso vivo. Y si algo aprendí en estas dos décadas y media es que las mejores lecciones vienen cuando tenés la valentía de cuestionar tus propias certezas.

Así que acá van mis confesiones. Las “mentiras” que les dije a mis alumnas (y que tal vez vos también te creíste).

 

Confesión 1: “La técnica es lo más importante”

Durante años, mi obsesión era que mis alumnas dominaran cada pincelada, cada mezcla de color, cada truco técnico que conocía.

“Primero aprendé la técnica”, les decía. “Después podés preocuparte por el estilo.”

Y técnicamente (valga la redundancia) no estaba equivocada. Para una etapa concreta del aprendizaje, la técnica es fundamental. Es el idioma que necesitás para comunicarte.

Pero me di cuenta de que muchas se quedaban ahí. Eternamente perfeccionando la técnica, sin nunca animarse a decir algo propio.

La verdad incómoda es que la técnica perfecta sin voz personal es como tener un vocabulario enorme pero no tener nada interesante que contar.

Ahora les digo: “Aprendé la técnica, pero no te olvides de preguntarte qué querés decir con ella.”

 

Confesión 2: “Te voy a corregir todo lo que veo mal”

Esta fue la confesión que más me costó admitir.

En mis talleres presenciales, yo era la reina de las correcciones. Veía una obra y mentalmente hacía una lista de todo lo que “no funcionaba”: el color de acá, la composición de allá, la proporción de más allá.

Y se lo decía todo. Porque pensaba: “Mientras más feedback le dé, más va a aprender.”

El problema es que esto resolvía esa obra específica, pero no ayudaba a la persona a crecer. En la siguiente pintura, cometía exactamente los mismos “errores”.

Porque no había aprendido a VER. Solo había aprendizado a seguir mis instrucciones.

Sentía que mis alumnas avanzaban, pero no se podían despegar de mi mirada. Dependían de mí para saber si algo estaba “bien” o “mal”.

Ahí entendí que necesitaba cambiar radicalmente mi enfoque.

 

Confesión 3: “Las preguntas son más poderosas que las respuestas”

El cambio real vino cuando empecé a trabajar con preguntas en lugar de correcciones.

En lugar de decir “Ese color no funciona ahí”, empecé a preguntar: “¿Qué sentís cuando mirás esa zona? ¿Es lo que querías transmitir?”

En lugar de “La composición está desequilibrada”, preguntaba: “¿Hacia dónde va tu ojo cuando mirás la obra? ¿Es donde vos querés que vaya?”

Y mi pregunta favorita, la que siempre genera revelaciones: “Si tu pintura fuera un género cinematográfico, ¿cuál sería?”

Esta pregunta es mágica porque invita a la persona a entrar a su obra desde un mundo completamente diferente al que usó para pintarla. Y los resultados son reveladores.

He visto alumnas darse cuenta de que querían hacer una “comedia” y lo que se veía era una película de suspenso. O que buscaban un “drama intimista” y habían creado un “thriller de acción”.

A partir de ahí, analizamos juntas cuáles son las decisiones y elementos del lenguaje visual que no están alineados con lo que realmente quieren expresar.

Trabajar por analogías cambió todo.

 

Confesión 4: “Tu peor enemiga sos vos misma”

Otra verdad incómoda: el mayor obstáculo para el crecimiento artístico no es la falta de técnica o de tiempo.

Es el pica coco interno.

Esa voz que te dice que sos la peor de todas, que lo que hacés no vale, que nunca vas a ser “suficientemente buena”.

Durante años, pensé que mi trabajo era enseñar técnicas. Ahora sé que gran parte de mi trabajo es ayudar a correr a ese pica coco.

¿Cómo? Creando modos amorosos y compasivos de mirarse a una misma.

Enseñando que el auto-análisis no tiene que ser auto-flagelación.

Mostrando que se puede ser crítica sin ser cruel, exigente sin ser despiadada.

 

Confesión 5: “No tengo que tener todas las respuestas”

Esta confesión me liberó como docente.

Durante años, sentí que mi rol era ser la que sabía todo, la que tenía la solución para cada problema, la autoridad indiscutible.

Pero el verdadero acompañamiento requiere desapegarse de tener el conocimiento absoluto y encontrar un rol diferente.

El rol de la que hace las preguntas correctas. La que ayuda a encontrar el camino, no la que lo camina por vos. La que te enseña a pescar, no la que te trae el pescado.

Es un trabajo mucho más sutil y, paradójicamente, mucho más poderoso.

 

Confesión 6: “Los referentes están en todos lados”

Otra “mentira” que perpetué: que solo había que mirar a los grandes maestros de la pintura.

La verdad es que la inspiración y el aprendizaje pueden venir de cualquier disciplina.

Ahora invito a mis alumnas a investigar referentes no solo en la pintura, sino en la fotografía, el cine, la danza, la literatura, la arquitectura.

Un fotógrafo puede enseñarte sobre composición de maneras que ningún pintor clásico te mostró. Un director de cine puede abrirte los ojos sobre el manejo de la luz. Un músico puede revelarte secretos sobre el ritmo visual.

Nutrirse de contenido de calidad, venga de donde venga, expande exponencialmente las posibilidades creativas.

 

¿Por qué te confieso todo esto?

Porque después de 25 años, aprendí que enseñar arte no es transmitir conocimientos.

Es acompañar procesos de descubrimiento.

Es ayudar a que cada persona encuentre su propia voz, no que copie la mía.

Es crear espacios seguros donde se puede experimentar, fallar, y volver a intentar sin juicio.

Todas estas “confesiones” – estas estrategias de preguntas poderosas, auto-análisis amoroso, investigación de referentes diversos – las implemento ahora en Traza tu Mapa, mi programa integral de acompañamiento.

Porque aprendí que encontrar tu voz artística no es un evento. Es un proceso y además es cíclico, no se trata de un hallazgo al que perseguir sino un devenir de etapas que cambian junto con vos. 

Y los mejores procesos se viven en comunidad, con acompañamiento, y con alguien que te ayude a hacer las preguntas correctas en el momento correcto.

¿Alguna de estas “confesiones” te resonó? ¿Qué “mentiras” artísticas te contaste a vos misma?

🧡 Si sentís que es momento de empezar a hacerte las preguntas correctas, las aplicaciones para Traza tu Mapa están abiertas hasta el jueves 31 de julio. Es tu oportunidad de vivir este proceso de acompañamiento cercano que cambió mi forma de enseñar y la forma de crear de cientos de artistas. 

¿Queres más info? En el link de abajo encontrarás todo. 

https://patovalentin.com.ar/traza-tu-mapa-2025/

Porque tal vez es hora de que dejes de buscar respuestas afuera y empieces a confiar en las que ya tenés adentro.